Conviene dedicar algún día cada año a preguntar a quienes están a nuestro lado y preguntarnos a nosotros mismos por nuestra vocación.
¿Qué quiere Dios de mí en este momento?
Y todavía más en concreto conviene plantear la importancia y necesidad de las vocaciones consagradas a Dios en la vida religiosa y en el servicio sacerdotal.
En eso estamos estos días.