El Aula Pablo VI en el Vaticano, rebosante de 6 mil personas de todo el mundo y de los sectores de la educación (escuelas, universidades pontificias, universidades católicas, institutos religiosos), ha sido el escenario para el acto final del Congreso Internacional de Educación Católica en presencia del Papa Francisco.
El saludo del card. Giuseppe Versaldi, prefecto de la Congregación para la Educación Católica, ha presentado este día que es la síntesis y el resumen del trabajo y las percepciones que han tenido lugar en los cuatro días del Congreso.
Siguió el P. Pedro Aguado, como Presidente de la Comisión de Educación de la USG (Unión de Superiores Generales), presentando el documento oficial de síntesis del Congreso, aprobado por la Congregación para la Educación Católica.
«Las instituciones católicas están hoy llamadas a reflexionar – destacó – sobre el papel decisivo que la educación católica puede desempeñar en el contexto de la nueva evangelización y su corresponsabilidad eclesial en esta tarea.» Por lo tanto, » En lugar de asumir actitudes meramente reactivas de cerrazón defensiva ante la sociedad secularizada que alimenta valores como el individualismo competitivo y que legitima, mejor dicho, acrecienta, las desigualdades y parece desafiar la educación en sus valores más profundos”, “las escuelas y las universidades católicas están llamadas a asumir actitudes pro-activas para reafirmar el valor de la persona humana, superando la indiscutible exaltación del provecho y de la utilidad como medida de todas las opciones, de la eficiencia, de la competitividad individualista y del éxito a toda costa”.
El P. Pedro continuó hablando de desafíos: «Los grandes desafíos educativos que hoy interpelan las escuelas y las universidades católicas en el mundo, en una sociedad multicultural en profunda mutación, pueden reconducirse a una única matriz: promover un recorrido de educación integral de los jóvenes, confiando su cuidado y guía a una comunidad educativa de evangelización, donde se exprese de manera viva y vital la identidad de la institución educativa.»
Posteriormente intervino el P. Antonio Spadaro, jesuita, Director de «La Civiltà Cattolica» y experto en nuevas tecnologías de comunicación al servicio de la evangelización.
El P. Spadaro, presentó el tema de las nuevas tecnologías sobre la base de una educación integral, invitando a los presentes a reflexionar sobre cómo la comunicación y la educación representan posibilidades de conexión intelectual: «Pensando juntos se transforma el mundo juntos». Luego se centró en la importancia por parte del educador de estimular a los jóvenes a hacerse preguntas, sobre todo en nuestro mundo de hiper-conexiones y de intercambio de datos. Un mundo donde se pueden obtener las respuestas antes de formular las preguntas. Finalmente invitó a todos los educadores a cuidar de la vida interior de niños y jóvenes, que, si se coloca en el margen, da paso a una mera interactividad e individualidad.
Durante la tercera parte de la mañana el Papa Francisco hizo su entrada en el aula, abriendo el espacio para el diálogo. La primera pregunta fue presentada al Pontífice por nuestro P. Samson Djitaba Ehemba, un escolapio de Senegal, sobre el tema del compromiso de la Iglesia en contextos difíciles, plurales, donde los católicos son una minoría.
*[ «No podemos hablar de educación católica sin hablar de humanidad – dijo Francisco – precisamente porque la identidad católica es Dios que se hizo hombre». «Educar cristianamente no es sólo hacer una catequesis: esta es una parte. No es solamente hacer proselitismo: No hagáis nunca proselitismo en las escuelas. ¡Nunca! Educar cristianamente es hacer avanzar a los jóvenes, a los niños, en los valores humanos en todas las realidades y una de esas realidades es la trascendencia».
Hoy en día, continuó, hay una tendencia a «un neo-positivismo, es decir, educar en las cosas inmanentes, en el valor de las cosas inmanentes, y esto tanto en países tradicionalmente cristianos como los países de otra tradición”. «Falta la trascendencia», fue el lamento del Papa: «Para mí, la mayor crisis de la educación, para que sea cristiana, es este cierre a la trascendencia. Estamos cerrados a la trascendencia. Preparar los corazones para que el Señor se manifieste: pero en la totalidad. Es decir, en la totalidad de la humanidad que también tiene esta dimensión de trascendencia. Educar humanamente pero con horizontes abiertos. Ningún tipo de cerrazón sirve para la educación”.
Entonces Francisco respondió a una pregunta sobre el vínculo entre escuela y familia. El Papa subrayó que «también la educación se ha hecho demasiado selectiva y elitista» y advirtió que parece que tienen el derecho a la educación sólo alunas personas que tienen un cierto nivel económico:
«Es una realidad que nos lleva a una selectividad humana y que en vez de acercar a las personas, las aleja. Aleja a los ricos de los pobres, aleja a esta cultura de la otra. Pero esto también ocurre en lo pequeño: se rompió el pacto educativo entre la familia y la escuela. Debemos volver a comenzar «.
«El pacto educativo entre la familia y el Estado» está «roto», añadió, y dijo que entre «los trabajadores peor pagados están los educadores». Y esto, dijo, «significa que el Estado no tiene interés: simplemente. Si lo tuviera, las cosas no serían así». Por ello, ha continuado, «aquí está nuestro trabajo, buscar nuevos caminos».
«Y hoy en día hace falta una educación de emergencia, hay que arriesgar en educación informal, porque la educación formal se ha empobrecido, ya que es el legado del positivismo. Sólo concibe un tecnicismo intelectualista y el lenguaje de la cabeza. Y por esto, se empobrece. Debemos romper este patrón”.
«Necesitamos abrirnos a nuevos horizontes – ha continuado – hacer nuevos modelos.» Hay tres lenguajes, ha afirmado, «el lenguaje de la cabeza, el lenguaje del corazón, el lenguaje de las manos. Educación debe ir por estos tres caminos «:
«Enseñar a pensar, ayudar a sentir bien y acompañar al hacer, y entonces los tres lenguajes están en armonía; que el niño, el joven, piense lo que siente y lo que hace, sienta lo que piensa y hace, y haga lo que piensa y siente. Y así una educación se convierte en inclusiva porque todos tienen un lugar; inclusiva también humanamente. El pacto educativo ha sido roto por el fenómeno de la exclusión. Encontramos a los mejores, a los más selectivo, porque son los más inteligentes o aquellos que tienen más dinero para pagar la Universidad o la escuela mejor, y dejamos a un lado los otros”.
El Papa finalmente ha respondido a una pregunta sobre cómo podemos ser educadores de paz en una época marcada por lo que Francisco ha definido como «guerra mundial a trozos». El Pontífice ha dicho que el primer desafío es dejar los «lugares donde hay muchos educadores» y andar «a las periferias», ya que allí es donde los jóvenes tienen «la experiencia de la supervivencia», «tienen una humanidad herida». Y precisamente en estas heridas debe comenzar el trabajo del educador:
«No se va allí a hacer caridad, para enseñar a leer, para dar de comer: no. Esto es necesario, pero es provisional. Es el primer paso. El problema – y ese es el reto, y os animo a ello, es ir allí para hacerlos crecer en humanidad, en inteligencia, en valores, en hábitos para que puedan seguir adelante y llevar las a los otros experiencias que no conocen».
El Papa ha alentado así a los educadores a avanzar en este desafío para vencer la «selectividad», la «exclusión», el «legado de un positivismo selectivo». Ir a las periferias, reiteró, no para hacer beneficencia, sino para llevar la educación al igual que hacía Don Bosco. Luego se centró en la educación para la paz en tiempos de guerra, viendo que ahora la primera tentación es erigir muros:
«Los muros. Defenderse, los muros. El fracaso más grande puede tener un educador es educar «dentro de los muros». Educar dentro de los muros: los muros de una cultura selectiva, muros de una cultura de seguridad, muros de un sector social que vive bien y ya no puede ir más allá.»]*
Giorgio Pezza y Alessandro Gisotti (Radio Vaticano)