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Hoy celebramos, en el marco del Año Jubilar Calasancio, el Día de la misiones escolapias, y me creo con la obligación de elevar un canto de agradecimiento público a mis hermanos escolapios que cada día despiertan a la misión más compleja, desconsiderada y anónima en España, Italia, Hungría o Polonia…
Seguramente la red se llenará en el ámbito escolapio de mensajes sobre los religiosos y laicos que estamos en América, África o Asia. ¿Y los que misionan en Europa? Ni es justo ni hace honor a la verdad.
Recojo parte del testimonio de mi hermano P. Víctor Gil que lleva los últimos cuatro años iniciando nuestra presencia en Indonesia: “He venido aquí enviado por la Orden, como expresión y parte de esta familia, no a título personal o porque sintiera una especial vocación misionera: mi vocación misionera nació el día que el P. General me preguntó por mi disponibilidad para venir a comenzar la misión. Sigo pensando que la misión escolapia está en todas partes, y no me siento ahora más misionero que antes, cuando trabajaba en España.”
Yo sí lo pedí, y no porque buscaba ‘la misión’ sino porque la misión que vivía me estaba desgastando hasta límites indignos, necesitaba, al contrario, rehacerme como escolapio y como persona en un lugar ‘más fácil’. Y no es el adjetivo más adecuado pero sí el que seguramente expresa parte de la realidad. Y lo vivo, sin duda, profundamente agradecido. Por eso hoy me nace decir y compartir con todos:
GRACIAS, hermanos de Europa, que cada día despertáis a la misión callada y discreta diluyéndoos entre personas que muchas veces no os reconocen, ni os agradecen ni os consideran.
GRACIAS, escolapios que misionáis en una sociedad que os mira con recelo, pone en duda la necesidad de vuestro ministerio y circunda de aridez muchos momentos en los que os entregáis.
GRACIAS, escolapios hermanos, porque vuestro desgaste en esos ‘países de misión del primer mundo’ va generando virutas de evangelio por donde pasáis.
GRACIAS hermanos religiosos por mantener el susurro del Espíritu Santo con vuestra oración constante, vuestra entrega diaria y el testimonio de una vida expropiada por los niños y jóvenes a los que servís.
GRACIAS, hermanos, por hacer brillar en medio de la densa neblina de indiferencia en la que vivís, el carisma de Calasanz y el anuncio de Cristo y su evangelio.
GRACIAS, por permitirme, con vuestra sobrecarga e intensidad de vida, poder entregarme en otros lugares donde la necesidad apremia junto con la acogida y la gratitud.

Hoy, ‘Día de las misiones escolapias’, es justo y necesario reconocer a quien testimonia con su vida el evangelio de Jesús y el sueño de Calasanz, sea en América, África, Asia o, sobre todo, en la vieja y difícil Europa.

(Carles Such).