Hace más de 400 años Calasanz descubrió en los niños de Roma el deseo de Dios de hacer un mundo mejor a través de una estrategia respetuosa con todos y muy eficaz para conseguirlo: la educación cristiana liberadora.
Aquello fue el sueño de Calasanz y también el compromiso en el que gastó su vida para dar vida a cientos, a miles de niños y jóvenes.
Hoy, cuando el mundo reconoce el derecho universal a la educación, todavía sigue siendo muy necesario el sueño y el compromiso de Calasanz: todavía 264 millones de menores no tienen acceso a la educación (http://www.europapress.es/epsocial/infancia/noticia-mundo-hay-264-millones-ninos-escolarizar-20180422120736.html)… ¿y cuántos no tienen una educación capaz de sacar lo mejor de cada persona y capaz de hacer un mundo mejor?
En esa tarea estamos empeñados hoy los escolapios, religiosos y laicos.