La primera comunidad descrita en los Hechos de los Apóstoles habla de un grupo que tenían todo en común, un mismo corazón y una misma alma, donde nadie llamaba suyo a nada de lo que tenía…
Hoy necesitamos mirarnos en ese espejo y caminar para dejar individualidades, personalismos, egocentrismos… que siempre nos amenazan. Y avanzar hacia un pensamiento común (no por falta de sentido crítico o ignorancia, sino por amor) y hacia un mismo corazón (más centrados en las personas a quienes se dirige la misión, que a nuestros criterios).
Y eso solo se logra, bien lo sabemos los escolapios, cuando nos centramos en Jesús y en los niños y niñas, jóvenes y personas que nos necesitan.
Hemos de trabajar siempre en equipo, en comunidad, en sentido de presencia escolapia… y avanzamos así en fraternidad, en sinodalidad, en fidelidad y en frutos que nos llevan a ese Reinado del Señor.