Una reflexión de Tomás Halík, este sacerdote checho y profesor de sociología y filosofía de la religión.
El Papa Francisco, con esta metáfora, nos dice que la Iglesia, lejos de permanecer separada del mundo en un espléndido aislamiento, debe liberarse de sus fronteras y brindar ayuda donde las personas están física, mental y socialmente y espiritualmente afligidas.
Para que la Iglesia sea un «hospital», debe proporcionar servicios de salud, sociales y de beneficencia, lo que ha hecho desde los albores de su historia. Pero, como cualquier buen hospital, también tiene otras tareas que cumplir: diagnóstico (identificando los «signos de los tiempos»), prevención (creando un «sistema inmunológico» en una sociedad plagada de virus malignos del miedo, odio, populismo y nacionalismo) y convalecencia (superando traumas pasados con perdón).