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Celebramos a San José de Calasanz a las puertas de un Jubileo que nos invita a peregrinar, a caminar, a vivir como hombres y mujeres de esperanza. La esperanza, para nosotros, no procede de que las cosas vayan bien, sino del amor de Dios. Esperamos porque ante Dios sólo podemos esperar.

Calasanz fortalece nuestra esperanza. Apostó por los niños y jóvenes, porque sabía que en ellos está la esperanza de la humanidad. Apostó por la educación, porque sabía que era la única manera de cambiar el mundo. Apostó por los pobres, por los que nadie apuesta, porque siempre supo que Dios se manifiesta a través de ellos. Apostó por las Escuelas Pías, a pesar de conocer bien a fondo sus debilidades. Apostó por la cruz como verdadero camino de plenitud. Apostó por la Iglesia, a pesar de las decepciones y persecuciones que experimentó. Apostó por una vida aparentemente fracasada, poque sabía que la fecundidad depende del amor y no del éxito pasajero. En el momento de mayor oscuridad, apostó por su carisma, y pidió a los escolapios que lo vivieran en plenitud. Y, como cada día, apostó por Cristo también al final de su vida, comulgando acompañado por los niños que tanto amó.

Calasanz nos ayuda a esperar contra toda esperanza. Nos ayuda a ser peregrinos de esperanza. Por eso, en esta celebración de nuestro santo fundador, junto a nuestra mejor felicitación, os invitamos a seguir caminando, día a día, desde lo que hemos aprendido de Calasanz.

A todos los escolapios de la Orden, a la Fraternidad de las Escuelas Pías, al Movimiento Calasanz, a nuestros alumnos y alumnas, a todas las personas que impulsan nuestra misión y a quienes caminan entre nosotros, ¡FELIZ DÍA DE CALASANZ!

La Congregación General de la Orden de las Escuelas Pías.