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El Capítulo General de 1997 fue muy significativo en cuanto a la definición de la participación del laicado en las Escuelas Pías, que abrió paso a muchos pasos que hoy son cultura en nuestra realidad. Al final del capítulo, se elaboró este credo, que conviene recordar, renovar y vivir:

Nosotros, religiosos escolapios, pobres de la Madre de Dios,
reunidos por el Padre, en el nombre de Cristo,
y a la escucha del Espíritu Santo, que nos abre a compartir el carisma con los laicos,
interpelados por el grito de multitudes de niños y jóvenes
en un mundo en rápida transformación,
fieles a la inspiración del Fundador,
profesamos nuestra fe en Cristo Jesús, que acoge y bendice a los niños,
y, por esta gracia, significamos, como consagrados,
la radicalidad evangélica de su seguimiento,
según el camino abierto por Calasanz, en un proceso de conversión continua;
vivimos, como convocados, el gozo de la fraternidad,
signo profético del Reino, en comunión con la Iglesia, pueblo de Dios
y con toda la familia humana, siendo voz de los pequeños;
nos entregamos, como enviados, en la diaconía educativa
propia de nuestro ministerio comprometiéndonos a trabajar,
unidos con los laicos en la nueva evangelización.

Proclamamos así nuestra fe y esperanza en un mundo nuevo,
ya presente en la disponibilidad de tantos hermanos, religiosos y laicos,
abiertos a la gratuidad y al carácter popular de nuestra misión,
y deseamos compartirlas con las nuevas generaciones de escolapios,
para que juntos vivamos con autenticidad y fidelidad creativa el carisma calasancio.
Ponemos nuestro futuro en manos de María, bajo cuya materna protección
fue fundada nuestra Orden. (Capítulo General 1997)