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El sacerdote escolapio español san Faustino Míguez tiene una propuesta relacionada con los ángeles para educar con éxito: «Sé como un ángel de la guarda para la persona a la que estás educando», aconseja el Padre Faustino. Es decir, valórala cuídala, ayúdala con amor y respeto, protegiéndola de cualquier mal. Y cumple esta misión con “noble y maternal cariño”, “sin dejar de ver, amor y gozar de Dios ni un instante”, aconseja el Padre Faustino.

Muchos de los alumnos de Faustino Míguez lo recuerdan como un gran profesor, alegre y paciente, preocupado especialmente por los menos brillantes. El Diccionario de Ciencias de la Educación lo reconoce como un gran pedagogo. A través de una educación integral, él busca la felicidad de cada persona y la renovación de la sociedad siguiendo el lema educativo de san José de Calasanz “Piedad y letras”. Actualmente está presente en decenas de colegios en España y otros países de Latinoamérica, Asia y África.

Pero además de su contribución a la educación, el sacerdote Faustino Míguez destacó también como científico e investigador. Él se sentía llamado a ayudar a las personas a alcanzar la santidad, a liberarlas de la ignorancia y también de los sufrimientos físicos. “Si a ejemplo de mi Divino Maestro debo mirar en primer término por la salud del alma, también estoy en la obligación de atender, según mis fuerzas, a la del cuerpo”, dijo.

Para dar más gloria a Dios y ser útil a los demás, estudió, de manera autodidacta, las propiedades medicinales de los recursos naturales, como las plantas y el agua. Frutos de su investigación son el Laboratorio Míguez, reconocido por el Ministerio de Sanidad español en 1922, y un manantial que él descubrió en la localidad de Sanlúcar de Barrameda.

Faustino nació el 24 de marzo de 1831 en una aldea de Orense, en España. Su familia le transmitió el Evangelio y él respondió a la llamada de Dios a ser sacerdote y escolapio. Sirvió en Guanabacoa (Cuba) y en varias ciudades españolas hasta su muerte en Getafe el 8 de marzo de 1925. Una de sus frases más recordadas es: “Dejemos obrar a Dios que para mejor será”.