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A tan solo cinco años de que se cumpla el plazo previsto por la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, se requiere una revisión detallada de los avances y retos en el ámbito educativo global. Las metas acordadas por los países en 2015, dentro de las cuales se encuentra el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 (ODS 4), buscan avanzar hacia una educación equitativa y de calidad para todos y todas a lo largo de la vida. Este objetivo es esencial ya que la educación es un pilar fundamental para el desarrollo sostenible, promoviendo la igualdad de oportunidades y empoderando a las personas para que puedan alcanzar su potencial y contribuir de manera efectiva a la sociedad y a la sostenibilidad del planeta.

La educación de calidad, tal como se plantea en el ODS 4, no solo se refiere al acceso a la educación, sino también a la mejora de los resultados de aprendizaje y a la garantía de que todas las personas puedan alcanzar su máximo potencial. Según los informes recientes de la UNESCO, el progreso en la mejora de la calidad educativa ha sido desigual. Algunos países han avanzado significativamente, especialmente aquellos que han implementado políticas inclusivas y han incrementado la inversión en educación. Sin embargo, en muchas regiones del mundo, los desafíos persisten, y millones de niños, niñas  y jóvenes siguen sin acceder a una educación de calidad.

Uno de los principales indicadores que la Agenda 2030 sigue de cerca es la tasa de matrícula escolar. Aunque ha habido mejoras, con un aumento generalizado en la matriculación de la educación primaria, las tasas de deserción escolar siguen siendo alarmantes, especialmente en contextos de conflicto y crisis humanitaria. Además, las brechas de acceso y permanencia en la educación persisten en varias partes del mundo, afectando desproporcionadamente a los más pobres y vulnerables y alimentadas también por el  desencanto de los jóvenes con la educación que los lleva a abandonarla.

El financiamiento es otro factor crítico que ralentiza el progreso educativo. Muchos países en desarrollo enfrentan limitaciones presupuestarias severas, lo que afecta la infraestructura escolar, la disponibilidad de materiales educativos y la calidad de la enseñanza. La pandemia de COVID-19 exacerbó estas limitaciones, ya que los gobiernos tuvieron que redirigir fondos hacia la emergencia sanitaria, dejando a la educación en un segundo plano. Las estimaciones de la UNESCO sugieren que se necesitan inversiones significativas para recuperar y acelerar el progreso educativo, y hacen un llamado a la cooperación internacional para apoyar a los países con mayores necesidades.

La brecha digital ha emergido como un obstáculo significativo en el camino hacia una educación equitativa y de calidad. El acceso a la tecnología y a internet se ha convertido en una condición sine qua non para el aprendizaje en el siglo XXI. La pandemia resaltó las desigualdades en el acceso a la educación digital: mientras que en los países desarrollados muchos estudiantes pudieron continuar su educación de manera virtual, en los países en desarrollo millones de niños quedaron desconectados y sin acceso a recursos educativos.

El tema docente es central en la discusión sobre la calidad educativa. Los maestros y maestras son agentes clave en el proceso de enseñanza-aprendizaje, y su formación y bienestar son fundamentales para alcanzar los objetivos educativos. Sin embargo, muchos docentes en el mundo trabajan en condiciones precarias, con bajos salarios y escasa formación continua. Según el último reporte de la UNESCO, faltan aproximadamente 44 millones de docentes en el mundo para hacer posible alcanzar las metas del ODS 4. Esta escasez de docentes calificados es un gran  obstáculos para garantizar una educación de calidad y equitativa en todo el mundo. La UNESCO destaca la necesidad de invertir en la profesionalización de la carrera docente, ofreciendo mejores condiciones laborales, oportunidades de desarrollo profesional y reconociendo la importancia de su rol en la sociedad. Es imperativo movilizar e incentivar a más jóvenes para que escojan la docencia como profesión ya que el decreciente interés por la misma pone en riesgo la capacidad de los sistemas educativos para brindar el servicio educativo a toda la población que lo requiere.

Además de los factores mencionados, es esencial reflexionar sobre el estado de la educación para el desarrollo sostenible y la ciudadanía global. Estos componentes son transformadores y clave en la agenda global, ya que preparan a los estudiantes para enfrentar los desafíos del mundo contemporáneo, promoviendo valores de sostenibilidad, paz, respeto por la diversidad y participación cívica. La educación para el desarrollo sostenible fomenta una comprensión crítica de los problemas ambientales y sociales, y capacita a las personas para tomar decisiones responsables y contribuir activamente a un futuro más sostenible. Por su parte, la educación para la ciudadanía global promueve una identidad basada en el respeto mutuo, la justicia y la cooperación internacional, preparando a los estudiantes para ser ciudadanos informados y comprometidos con sus comunidades locales y globales.

En resumen, a medida que nos acercamos a 2030, podemos ver que, aunque el mundo ha logrado avances significativos en materia educativa, persisten las desigualdades y bajos niveles de aprendizajes en gran parte mundo, y es cada vez más claro que no alcanzaremos muchas de las metas que nos propusimos como humanidad. Los  desafíos son numerosos y complejos y superarlos requiere de la cooperación de todas las partes interesadas, desde los gobiernos hasta la sociedad civil y la comunidad internacional. Solo a través de un compromiso colectivo y acciones concretas podremos garantizar una educación que empodere a todas las personas, en todas partes, para construir un mundo más justo, inclusivo y sostenible.

Claudia Uribe. Ex directora regional para América Latina y el Caribe de la UNESCO. Profesora del Tecnológico de Monterrey