Seleccionar página

En junio de 1976 (¡hace casi medio siglo!) la Santa Sede presentó a la ONU un documento ante la conferencia sobre desarme prevista para 1978. Las afirmaciones sobre la carrera de armamento pueden declinarse así:

  1. redunda en un peligro de exterminio recíproco de los pueblos
  2. es injusta, pues implica un uso irracional de la fuerza que viola el derecho
  3. es un robo por los presupuestos elevadísimos para mantener los stocks de armas
  4. es una agresión para las víctimas de la pobreza y de la violencia
  5. implica una falacia, si se justifica como medio para la continuidad de la industria armamentística y sus puestos de trabajo o la aparente creación de riqueza
  6. promueve una histeria colectiva en las relaciones internacionales basadas en el miedo
  7. se ha convertido en un fin en sí misma con un deslizamiento sin control de las propias autoridades públicas.

El papa León XIV insistió en el ángelus del domingo de Corpus (22-VI-2025): «Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por las palabras retóricas que incitan al conflicto. Todo miembro de la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en una vorágine irreparable. […] La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. […] ¡Que la diplomacia haga callar las armas! ¡Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con la violencia ni conflictos sangrientos!».

Pues eso. Lo que dice el santo padre: ¡Que la diplomacia haga callar las armas! (Tomado del blog de Cristinismo y Justicia en https://t.co/a0GK1Oyx79