Vivimos en un mundo profundamente injusto y violento. Y, además del sufrimiento que eso conlleva, tenemos el riesgo de acostumbrarnos, de pensar que es inevitable…
Los educadores, los medios de comunicación, los políticos, las iglesias, todas las personas de buena voluntad tenemos el derecho y el deber de reclamar y colaborar en la construcción de un mundo mejor, más justo, pacífico, humano y hermano.