Un colegio escolapio no puede ser un edificio cerrado muchas horas al día, No puede estar cerrado muchas horas al día, muchos días al año. Su labor es colectiva (eso significa colegios) para llegar al alumno en todas sus dimensiones, en todos sus momentos, en todos los lugares donde vive…
Por eso, un colegio escolapio ha de ser una academia donde se aprenden muchos contenidos, un lugar donde se viven muchos valores, unas experiencias de vida que ayudan a vivir, unas propuestas más allá del horario y el calendario escolar, un centro educativo integral, un centro de pastoral, un centro que transforma a todas las personas (educadores, familias, estudiantes…), una comunidad cristiana escolapia, una asociación deportiva, una escuela de voluntariado, unos locales abiertos a la sociedad y a la iglesia, un espacio de convivencia e inclusión donde todos tienen su lugar, un complemento a la educación familiar y social, un centro de referencia para el entorno, un Movimiento Calasanz que acompañe a pleno tiempo, una escuela de formación para adultos y para educadores… y muho más.
¿Cómo es posible? Colaborando juntos, como presencia escolapia, el colegio, la parroquia o templo, la comunidad religiosa, la Fraternidad, el centro social con sus proyectos de educación no formal, el Movimiento Calasanz, las familias, los propios estudiantes y exalumnos, colaboradores del entorno, la Red Itaka – Escolapios… Es hacer real ese Pacto Educativo a nuestro estilo escolapio, que llamamos presencia escolapia con todos, todos, todos…
Un colegio escolapio es más, mucho más que un colegio. Y, atención, que lo mismo podemos decir de la parroquia escolapia, del centro social escolapio, de los proyectos de Itaka – Escolapios…