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Los escolapios son (somos) una bendición de Dios para los niños, jóvenes, necesitados… no por nuestros méritos, sino porque ha sido el mismo Señor quien nos llamó personalmente para trabajar juntos, en comunidad, en sinodalidad, en equipo, para construir un mundo mejor para toda la humanidad.
Y, si queremos mantenernos fieles a ese sueño y bendición de Dios, debemos vivir en nosotros mismos esa bendición y transmitirla a los demás con alegría, confianza, trabajo y unión. Y hemos de contar con todos, religiosos y laicos, varones y mujeres, de todas las edades, de todos los países… invitando a participar desde la vocación de cada cual, para hacer junto un mundo como Dios quiere.