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  1. El pobre como maestro del Evangelio (Dilexi te, n. 79). Educar implica reconocer que los pobres tienen algo que enseñar: su esperanza, resiliencia y sabiduría de vida. Las escuelas deben generar experiencias donde los alumnos aprendan con y de los pobres, no solo sobre ellos.
  2. La educación como camino de dignificación (Dilexi te, n. 12). Toda acción educativa debe devolver a cada persona su dignidad. Dilexi te invita a promover una educación que abra oportunidades, supere el abandono escolar y empodere especialmente a los más excluidos.
  3. Formación integral: mente, corazón y espíritu (Dilexi te, n. 9). El Papa señala que la pobreza es también espiritual y relacional. Por ello, la escuela católica debe cultivar todas las dimensiones de la persona: intelectual, afectiva, ética y espiritual.
  4. Pedagogía de la escucha y el acompañamiento (Dilexi te, n. 7). Educar desde el amor supone escuchar. Los docentes son llamados a ser acompañantes del crecimiento, no meros transmisores de contenidos. Tutorías, mentorías y diálogo son herramientas esenciales de esta pedagogía.
  5.  Educar para el servicio y la solidaridad (Dilexi te, n. 5). El amor a los pobres se traduce en acciones concretas: proyectos de voluntariado, aprendizaje-servicio, campañas solidarias y experiencias comunitarias que formen en la compasión activa.
  6. Despertar el pensamiento crítico frente a las estructuras de descarte (Dilexi te, cap. V). Dilexi te denuncia ideologías que invisibilizan al pobre. La escuela debe enseñar a leer críticamente la realidad, a cuestionar modelos de consumo, indiferencia y exclusión.
  7. Mirar las periferias existenciales (Dilexi te, n. 43). La escuela católica no debe permanecer en los centros cómodos, sino salir hacia las periferias educativas: zonas rurales, contextos de migración, violencia o vulnerabilidad. Educar allí es signo del Reino.
  8.  Memoria viva de la caridad educativa de la Iglesia (Dilexi te, cap. III). Desde los primeros catequistas hasta los santos educadores, la tradición cristiana ha unido fe y servicio. Recuperar esa historia fortalece la identidad católica de nuestras instituciones.
  9. Educar para transformar estructuras (Dilexi te, cap. V). La formación cristiana no se conforma con la asistencia: busca la transformación. La escuela debe ser semillero de liderazgo social, impulsando proyectos que influyan en las políticas públicas, en la economía solidaria y en la cultura del bien común.
  10. Formación permanente y comunitaria (Dilexi te, n. 68). El amor no se improvisa: se cultiva a lo largo de la vida. Dilexi te inspira a crear comunidades de aprendizaje donde educadores, familias y estudiantes crezcan juntos en compromiso, oración y servicio.

Oscar A. Pérez Sayago, Secretario General de la Confederación Interamericana de Educación Católica