Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega.[1]
Que se alegre toda la humanidad.
Cantemos, brindemos y bailemos.
Abracémonos y aclamemos, llenos de gozo, la Buena Noticia.
Celebremos que Dios entra en nuestra historia,
camina nuestros caminos,
y habita nuestras casas, nuestras escuelas.
Queridos hermanos y hermanas escolapios,
Estamos celebrando la Navidad.
Una vez más, y siempre de manera nueva, nos encontramos ante el misterio de un Dios que decide nacer, hacerse cercano, compartir nuestra fragilidad y nuestra vida. Navidad no es solo una tradición que se repite, es una Buena Noticia que irrumpe, que nos sorprende, que vuelve a abrir la historia cuando parece cerrada y descarriada, y que nos recuerda que Dios sigue creyendo en la humanidad.
El profeta Isaías nos ofrece palabras luminosas para nombrar este acontecimiento: Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva a hombros el principado, y es su nombre: “Maravilla de Consejero, Dios fuerte, Padre de eternidad, Príncipe de la paz”.[2] Estos nombres nos hablan de un modo nuevo de vivir: desde la cercanía, el cuidado y la paz. Descubrimos que nuestra vocación escolapia palpita en este verso; para nosotros, estas palabras no son solo una promesa antigua, sino una realidad que abrazamos en nuestras aulas y hogares.
Hoy, el relato del nacimiento[3] nos regala dos nombres más, sencillos y decisivos: Jesús y Emmanuel. Jesús significa Dios salva. Un Dios que entra en la historia para sanar, reconciliar y ofrecer esperanza. Emmanuel significa Dios con nosotros. Un Dios que no se desentiende, que permanece, que camina al lado y comparte la vida concreta de las personas, con sus gozos y esperanzas; tristezas y angustias. Estos dos nombres son el corazón de la Navidad: Dios salva estando con nosotros.
Para nosotros, escolapios, estos nombres resuenan con una fuerza particular. Dios salva y Dios está con nosotros allí donde educamos, acompañamos, escuchamos, cuidamos y animamos. En cada niño y joven, especialmente en los más pobres, vulnerables y olvidados, la Navidad vuelve a acontecer, aunque no siempre sepamos cómo aliviar su sufrimiento, ni tengamos respuestas para todo. Vivimos también con el corazón encogido al saber que tantos niños y niñas vivirán la Navidad en medio de un conflicto, en una situación de violencia o de injusticia. Precisamente ahí, con nuestra fragilidad y limitación, estamos llamados no solo a anunciar la Navidad, sino a encarnarla: siendo presencia cercana, palabra que alienta, comunidad que sostiene, escuela que abre futuro.
En este Año Jubilar, que pronto se clausurará, hemos sido invitados a reconocernos como peregrinos de la esperanza. El Jubileo concluirá, pero la llamada permanece. Seguiremos siendo, en cada una de nuestras presencias y cada día, portadores de esperanza.
Que esta Navidad renueve nuestra fe en el Dios que nace,
fortalezca nuestra vocación escolapia,
y nos ayude a ser, juntos, una Buena Noticia para el mundo.
Con afecto fraterno y en Calasanz, Congregación General
Comunidad escolapia de Santa Teresa (Zaragoza), 18 de diciembre 2025.
