El reto de las comunidades religiosas y de la Fraternidad es vivir el inmenso amor del Padre a cada uno y también a cada uno de los hermanos y hermanas que nos ha dado y que Él quiere también como hijos e hijas.
En la medida en que descubramos esto y lo vivamos en profundidad seremos felices, crearemos felicidad a nuestro alrededor, convocaremos a sumarse al regalo de la comunidad, responderemos al Señor que nos invita a vivir así.
¡Precioso reto y precioso tesoro a nuestro alcance!