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La comunidad, toda comunidad (familia, fraternidad escolapia, comunidad religiosa, Iglesia, sociedad actual…) es un don de Dios, que tenemos que recibirlo como tal y cuidarlo, para que sea signo de su presencia por el amor que reina, la solidaridad que emana, la humanidad que crea… y eso exige que la entendamos siempre como algo que el Señor ha elegido para nosotros para que la hagamos mejor cada día y para que aprendamos a vivir como humanos, es decir, como hermanos.