Los escolapios seguimos una estrella, que se llama Jesús de Nazaret, que nos marca un camino de felicidad para nosotros mismos y, sobre todo, para las personas que nos rodean: los hermanos de comunidad, los colaboradores en ese sueño de Calasanz, los niños y jóvenes que reclaman una educación integral, un mundo que precisa ser cada día más humano y más hermano.