Cuando recordamos en la Eucaristía dominical el bautismo de Jesús podemos sentir la alegría de recordar que también cada uno de nosotros somos los hijos amados del Padre Dios del cielo.
Pero, atención, si todos somos los amados hijos, todos somos hermanos y hemos de sentir, actuar y vivir fraternalmente: así de sencillo y así de maravilloso.
Y el descubrimiento será que entonces estamos creando una sociedad humana, que solo lo será realmente, si es hermana.
Esta es una buena tarea para todos los escolapios, religiosos y laicos: educar y vivir desde esa clave.