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Queridos hermanos y hermanas:
El 24 de febrero se cumplirá un año de la invasión de Ucrania, del inicio de esta guerra absurda y cruel. ¡Un aniversario triste!
El balance de muertos, heridos, refugiados y desplazados, destrucciones, daños económicos y sociales habla por sí solo.
¿Podrá el Señor perdonar tantos crímenes y tanta violencia? Él es el Dios de la paz.
Permanezcamos cercanos al martirizado pueblo ucraniano, que sigue sufriendo. Y preguntémonos: ¿se ha hecho todo lo posible para detener la guerra?
Hago un llamamiento a los que tienen autoridad sobre las naciones, para que se comprometan de forma concreta en poner fin al conflicto, alcanzar el alto el fuego e iniciar negociaciones de paz.
¡No será nunca una verdadera victoria la que se construye sobre las ruinas!