Hablamos mucho en nuestra Iglesia de hoy sobre la sinodalidad… y es un gran acierto.
Pero conviene no perdernos en palabras y dar pasos para que esa sinodalidad sea más que caminar juntos, para que sea participación de verdad en el momento de planear, de marcar orientaciones, de tomar decisiones adecuadas, de revisarnos unos y otros, de valorar lo que cada cual pueda aportar desde su realidad.
Sinodalidad es dejar todo tipo de personalismo para dar paso a la participación, el diálogo y el trabajo en equipo.