El Papa Francisco, en su viaje a Mongolia, ha sugerido que las iniciativas caritativas animadas por la Iglesia «no deben convertirse en empresas, sino conservar la frescura de las obras de caridad”, realizadas por personas que tienen «un buen corazón» «más allá de cualquier tipo de retribución”.
Para ahondar en ello ha invitado a todos a deshacerse de tres «mitos»:
- La creencia de que «solo las personas pudientes pueden comprometerse en el voluntariado”. La realidad dice lo contrario: no es necesario ser ricos para hacer el bien, es más, casi siempre son las personas comunes las que dedican tiempo, conocimientos y corazón para ocuparse de los demás».
- Un segundo mito es creer que la Iglesia católica lleva a cabo obras de promoción social mediante el proselitismo. En cambio, la Iglesia «avanza por atracción».
- El tercer mito es que «sólo cuentan los medios económicos, el personal asalariado e invertir en grandes estructuras». El Papa Francisco ha reconocido que «la caridad requiere profesionalidad», pero «las iniciativas benéficas no deben convertirse en empresas, sino conservar la frescura de las obras de caridad, donde quien pasa necesidad encuentre personas capaces de escucha, capaces de compasión, más allá de cualquier tipo de retribución».
La Iglesia ha de ser como «un puerto de mar, donde aquellos que realmente luchan en la vida, por diversas razones, saben que pueden encontrar a alguien que les escucha, que trata de dar algunas respuestas a sus dificultades» (Agencia Fides 4/9/2023)