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Uno de los grandes descubrimientos de la vida es descubrir que todas las personas somos iguales y, a la vez, diferentes. Compaginar estas dos realidades nos enriquece mucho porque nos hace valorar a todos en sí mismos y, al mismo tiempo, valorar las diferencias que nos complementan y enriquecen.
Esto que vale para todos los ámbitos de la vida, tiene plena vigencia en la Iglesia desde que nos sabemos todos hijos de Dios y hermanos de todos, a la vez que sabemos ver que solo estando juntos y colaborando construimos el rostro y la presencia de Dios en el mundo.
Y lo mismo vale en las Escuelas Pías, donde somos muy conscientes de que el carisma de Calasanz se encarga en los religiosos y en la Orden, y que se complementa y enriquece con la Fraternidad, los escolapios laicos, los miembros de los equipos de misión compartida, con todas las personas que colaboran en la vida y misión escolapias y en todos los que participan en nuestra presencias y obras.
¡Qué gran descubrimiento y qué cambios produce esto cuando se vive realmente!