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Celebrar cada mes de agosto, y especialmente el día 25, la vida de Calasanz y su obra es una gran alegría, siempre enriquecida con la ilusión de muchos niños, jóvenes, profesionales, voluntarios, participantes en las obras y proyectos escolapios.
Ciertamente tenemos que felicitarnos por contar con un Fundador como Calasanz, hombre de Dios que nos ayuda a seguir a Jesús y a construir un mundo mejor.
Y es también una responsabilidad: ser continuadores de esa misión, convocar a nuevos escolapios, responder a tantos desafíos de hoy… a ser cada uno de nosotros un nuevo Calasanz.
Renovemos hoy nuestra vocación escolapia, sea como religiosos, fraternos, educadores, familias, alumnos…

¡Feliz día de Calasanz!