El sacerdote escolapio español san Faustino Míguez tiene una propuesta relacionada con los ángeles para educar con éxito: «Sé como un ángel de la guarda para la persona a la que estás educando», aconseja el Padre Faustino. Es decir, valórala cuídala, ayúdala con amor y respeto, protegiéndola de cualquier mal. Y cumple esta misión con “noble y maternal cariño”, “sin dejar de ver, amor y gozar de Dios ni un instante”, aconseja el Padre Faustino.
Muchos de los alumnos de Faustino Míguez lo recuerdan como un gran profesor, alegre y paciente, preocupado especialmente por los menos brillantes. El Diccionario de Ciencias de la Educación lo reconoce como un gran pedagogo. A través de una educación integral, él busca la felicidad de cada persona y la renovación de la sociedad siguiendo el lema educativo de san José de Calasanz “Piedad y letras”. Actualmente está presente en decenas de colegios en España y otros países de Latinoamérica, Asia y África.
Pero además de su contribución a la educación, el sacerdote Faustino Míguez destacó también como científico e investigador. Él se sentía llamado a ayudar a las personas a alcanzar la santidad, a liberarlas de la ignorancia y también de los sufrimientos físicos. “Si a ejemplo de mi Divino Maestro debo mirar en primer término por la salud del alma, también estoy en la obligación de atender, según mis fuerzas, a la del cuerpo”, dijo.
Faustino nació el 24 de marzo de 1831 en una aldea de Orense, en España. Su familia le transmitió el Evangelio y él respondió a la llamada de Dios a ser sacerdote y escolapio. Sirvió en Guanabacoa (Cuba) y en varias ciudades españolas hasta su muerte en Getafe el 8 de marzo de 1925. Una de sus frases más recordadas es: “Dejemos obrar a Dios que para mejor será”.