En una cuidada ceremonia, el Padre Pedro Aguado fue ordenado obispo de Huesca en la catedral durante la mañana de hoy. En la celebración participaron más de una docena de obispos y presidió que presidió el cardenal João Braz de Aviz prefecto emérito del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Más de 70 religiosos escolapios se hicieron presente en la celebración y, entre los signos propios, destacó el beso de la reliquia de las sandalias de Calasanz que formaron parte del presbiterio y estuvieron presentes durante toda la eucaristía.
La celebración tuvo lugar en la misma catedral en la que San José de Calasanz recibió las órdenes menores y el subdiaconado los días 17 y 18 de diciembre de 1582, de manos del obispo oscense D. Pedro de Frago.
D. Vicente, arzobispo emérito de Zaragoza, dio la bienvenida al nuevo obispo y le animó a impulsar la tarea pastoral de esta “España vaciada” y sencilla , alejada del foco mediático y de las altas aspiraciones. El Papa León XIV también estuvo presente a través de un mensaje leído por Mons. Román Walczak, primer secretario de la Nunciatura de la santa sede en España, quien promulgó la bendición apostólica para todos los asistentes y oyentes. León XIV destacó en su comunicado la luz de una iglesia local, la oscense, rica en testimonios de santos y mártires que dieron su vida por la fe.
El cardenal João Braz de Aviz explicó en la homilía que Dios es amor. “Somos la habitación del padre del hijo y del Espíritu Santo, pues por el bautismo, estamos llamados al encuentro de todos, especialmente de los últimos, los abandonados. Y citó al papa Francisco, invitando a marchar a las periferias y oler a oveja. “La realidad nos demuestra que no es fácil establecer relaciones fraternas y gratuitas –descató en su intervención–, pero sí es posible tomando como modelo la trinidad, pues el amor verdadero nos hace despojarnos de nosotros mismos, y así nace la humildad, la escucha sincera y el diálogo”. Y puso en valor las palabras de Pablo que forman parte del nuevo escudo obispal: “Se de quién me he fiado”.
Además de la imposición de manos y de la unción de la cabeza, el nuevo obispo recibió el Evangelario, signo de enseñanza, el anillo, que representa la fidelidad a la Iglesia, la mitra, que simboliza la dignidad eclesial, y el báculo como pastor de pueblo. Finalmente, el presidente le ofreció ocupar el sillón, símbolo de la autoridad del obispo y de su magisterio.
Finalmente, Pedro dio las gracias, “es un sentimiento que me desborda” y recordó a todos y cada uno de los hermanos escolapios y de la familia calasancia, a los miembros de la Diócesis. En un discurso muy emotivo, también dio las gracias al Papa Francisco y al Papa León XIV que ha “decidido sucederle”, y nombró por supuesto a San José de Calasanz. Pedro destacó para esta nueva etapa la necesidad de “Caminar juntos”. La clave es caminar “con” y reconoció que “no estoy preparado para esto ni tengo un programa, y me alegro de poder decirlo, porque así podré aprender “con” vosotros. Mi opción –explicó– es aprender y caminar junto a vosotros como iglesia sinodal”. También compartió algunas convicciones, que Cristo es la respuesta a las grandes preguntas del ser humano y que la misión de la iglesia es dar testimonio humilde de estos: “Creo una iglesia sencilla, apostólica, misionera, sinodal, que no cree en sí misma, sino en aquellos a quienes es enviada, acogedora y abierta a todo el mundo”. Y recordó el lema de su obispado “sé de quién me he fiado y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio”.
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