Carta del padre Pedro: «Yo sé los planes que tengo para vosotros, y son planes de esperanza» (1)
Encabezo esta carta sencilla con el anuncio central que el profeta Jeremías envía a su pueblo, exiliado en Babilonia. El profeta anuncia que Dios tiene planes para su pueblo, y son planes de paz, portadores de esperanza (Jer 29, 11). Dios anuncia la esperanza a un pueblo exiliado, en pleno sufrimiento, a través de Jeremías.
Quiero escribiros algunas cartas sobre el tema de la esperanza. Estamos viviendo el JUBILEO de la ESPERANZA, convocado por nuestro recordado papa Francisco para toda la Iglesia. Estoy convencido de que la esperanza es, quizá, el anuncio que más necesita nuestro mundo, nuestras sociedades, nuestra Iglesia, nuestros niños y jóvenes, nuestras familias. Es bueno reconocer esta verdad: los cristianos necesitamos anunciarnos la esperanza.
Cuando miramos nuestro mundo, es fácil caer en la tentación de la desesperanza. Vemos guerras, violencia injustificada incluso contra los niños, movimientos migratorios incomprendidos e insolidariamente tratados. Vemos también legislaciones inhumanas, afán de poder y de riqueza, desigualdad injusta. Asistimos a una degradación de la casa común sin que a los poderes públicos les importe demasiado. Cuando vemos a nuestros niños y jóvenes, sentimos el desafío de alimentar su alegría, sus sueños, sus deseos de un mundo mejor, muchas veces truncados por una crisis de sentido, una crisis de futuro, una crisis incluso de fe. Sería interminable la lista de retos humanos que estamos viviendo y que justifican un sentimiento de desánimo. Ese también es un sentimiento humano. Y hay que respetarlo y acogerlo como una llamada a nuestra fe.
Sin embargo, creo que lo que nuestro mundo necesita, más que nunca, es una profecía de la esperanza. El profeta, lo sabemos, tiene una misión constituida por dos dimensiones inseparables: desvelar el presente y proponer el futuro. Y ambas cosas desde la mirada de Dios. Esa es la misión del profeta Jeremías, bellamente expresada en ese mensaje que envía -en el nombre de Dios-, a los exiliados en Babilonia.
¿Cómo recibirían esas personas ese anuncio de esperanza? Es posible que no les faltara un cierto escepticismo, provocado por la realidad que vivían. ¿Cómo podemos anunciar la esperanza a nuestros jóvenes, a nuestras familias, a nuestros niños y nuestras niñas, a nuestros hermanos, a nuestra Iglesia, a nuestras sociedades? ¿Qué contribución de esperanza podemos y debemos aportar, como cristianos, en este mundo que vivimos? Creo que estamos ante una reflexión importante, en la que debemos profundizar. Me gustaría hacerlo desde dos puntos de vista: el de la fe, el de la educación.
Quiero hacerlo desde la fe, porque es lo que nos une y nos define. Y quiero hacerlo desde la educación, porque es mi vocación y creo que es bueno, de vez en cuando, que pensemos sobre ella porque, con seguridad, es la llave de un mundo mejor. Dedicaré las dos próximas cartas a estas reflexiones sobre la esperanza, vista desde la fe y vista desde el reto de una educación que nos transforme.
Gracias por vuestra ayuda y que Dios os bendiga.
Encontramos las cartas del P. Pedro a su Diócesis de Huesca en https://diocesisdehuesca.org/escritos-del-obispo