La dinámica de conflicto por identidad cultural puede generar tensiones en el aula si hay diferentes visiones sobre la identidad, la lengua o la historia. Pero también puede ser una oportunidad para aprender a convivir desde el respeto, la empatía y el entendimiento de la diversidad. Puede abordarse como un problema desde el inicio o bien como una oportunidad. Si se aborda así, generará interés por conocer.
Esta dinámica de conflicto tiene también consecuencias en el proceso educativo al afectar la inclusión, el sentido de pertenencia y los resultados académicos de los alumnos. La discriminación, los estereotipos y la falta de referentes pueden conllevar desigualdades y terminar afectando la autoestima de los alumnos. La identidad cultural nos lleva a comprender la diversidad humana y valorar las distintas formas de pensar, sentir y vivir, implica una toma de conciencia sobre cómo nos vinculamos: si nuestro modo de ser o de relacionarnos invade o respeta al otro, si nuestra historia personal, familiar, o comunitaria – por ejemplo, la historia de una congregación- dialoga o entra en conflicto con el contexto histórico, social, político o religioso en el que vivimos.
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