Durante la tarde del domingo, 15 de junio, el Padre Pedro Aguado tomó posesión como obispo de Jaca en una ceremonia muy cuidada y que presidió en su primera parte el cardenal João Braz de Aviz, prefecto emérito del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
Ante una catedral abarrotada de fieles, Monseñor Vicente Jiménez, administrador apostólico de la diócesis, dio la bienvenida al nuevo obispo “Alégrate diócesis de Jaca” –explicó– y destacó la rica herencia románica de una diócesis cargada de valor y de historia. Monseñor Vicente Jiménez destacó la necesidad de “rescatar esa rica historia como punto de partida para impulsarla, junto al resto de la Iglesia, como asamblea de llamados a la misión”.” Nuestra esperanza está puesta en Dios, no en nuestras manos”, le animó.
Por su parte, el cardenal João Braz de Aviz, destacó la persona del nuevo Obispo y se alegró de que Jaca, con su rica historia, tenga a Pedro de nuevo pastor. Con música del Coro de la Capilla de la S.I. Catedral de Jaca, la celebración contó con la participación de Mons. Román Walczak, primer secretario de la Nunciatura de la santa sede en España, que leyó un mensaje del Papa León XIV, que agradeció la labor de los antecesores y destacó la frase que forma parte de su nombramiento como Obispo, del San Pablo: “sé de quién me he fiado y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio”.
Más de 70 religiosos escolapios se hicieron presente en la primera homilía del P. Pedro como obispo. El P. Pedro explicó a los fieles cómo trabajar la fe a través de una reflexión en torno al credo y a través de las figuras del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Pedro ofreció algunas pistas para ayudar a crecer en la fe, como la búsqueda animada sin desfallecer, “a pesar de nuestras increencias”; la posibilidad de “cambiar” como Pedro que acaba convirtiéndose en piedra angular, Mateo que deja de preocuparse por el dinero… la fe nos cambia, nos trasforma, “porque mis ideas dejan de ser lo primero”. También celebrar, debemos ser personas alegres, “de una alegría profunda que viene del centro del alma con la certeza de que ‘Dios nos ama’”. “Creer en el Espíritu Santo es saberse pequeño y necesitado”, explicó.
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